
El 16 de junio de 1822 conoció al gran Libertador Simón Bolívar, cuando en esta fecha hacía su entrada triunfal a Quito, precedido por su banda de guerra, llega por los ejidos del norte, sale a recibirlo Sucre, en compañía de varios oficiales. Lluvias de flores millones de aplausos y vivas, delirios, frenesí se ve en los rostros de los vencedores. Al llegar Bolívar a la Plaza Mayor, Manuela le arroja una corona de ramas de laurel. Aiza la vista Bolívar y se encuentra con los ojos chispeantes de la quiteña con su maravillosa sonrisa y con sus brazos blanquísimos, redondos, que parten de los hombros como llamaradas de amor. Sonríe más acentuadamente Bolívar, clava en ella su mirada de fuego y agradece el homenaje con una elegante reverencia. Aquel momento fue el inicio de una gran pasión y esta la historia de una vida.
Por Héctor Reinoso Calderón
Periodista
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